Las personas que utilizamos las redes y medios sociales de forma prioritaria para conseguir nuestros objetivos nos enfrentamos al desafío de cómo definirnos mejor ante nuestros clientes y ante la comunidad online en general. Ya que en nuestra profesión carecemos de un término como ‘redes socializador’ objetivo y más o menos neutro para describir lo que hacemos, existe una gran libertad de acepciones y resulta reconfortante y aleccionador ver cómo muchos de mis compañeros/as han utilizado su creatividad y su ingenio en este sentido. Desde el ‘consultor en social media marketing‘ de hasta el ‘obrero de la comunicación y de la relación entre las personas y marcas‘ de pasando por el más clínico ‘redes sociales para empresas‘ de e incluyendo el ‘ponente y profesora Social Media‘ de , la mayoría (aunque no la totalidad) de los grandes en nuestro país raramente se autodefinen como ‘expertos’ y eligen términos alternativos y enriquecedores. ¿A qué se debe esto?
Sin duda la tentación de utilizar el término ‘experto’ es muy grande, y no es de extrañar que muchos que al contrario de los arriba mencionados no se lo merecen en mi opinión caigan en ella. Para nuestros clientes, a menudo confundidos e inhibidos ante un panorama digital que muchas veces no comprenden y les supera, el dar con un autoproclamado ‘experto’ parece ser una garantía. Por si fuera poco, y para aumentar la confusión, aún a los que no nos definimos como tales nos cuelgan a menudo el ‘San Benito’ los medios de comunicación cuando alcanzamos cierta relevancia… y no digamos nada si hemos escrito un libro sobre el tema.
A todo experto le presuponemos unos profundos y sólidos conocimientos de la materia que profesa. En el contexto de la Web 2.0, no cabe duda que existen expertos en SEO, en analítica y diseño web, en reputación online y otras disciplinas más o menos acotadas y que precisamente tienen bastante que ver en ocasiones con los social media. Más allá de la pura semántica, aquella persona que investigue el tema desapasionadamente pronto se dará de bruces con una primera y tozuda realidad: existen múltiples redes sociales en constante evolución y es prácticamente imposible que alguien pueda conocer en profundidad todas y cada una de ellas… y no digamos nada de las múltiples aplicaciones que van surgiendo en tiempo real para facilitarnos su funcionamiento. El que os escribe utiliza de forma casi diaria Facebook, Twitter, Flickr, Pinterest, Linkedin, Google+ y Youtube y con cierta frecuencia Slideshare, Vimeo y alguna más: ¡y apenas doy abasto!
Además, al tratar con las redes existe una diferencia fundamental entre su configuración técnica y su uso comunicativo. Y es que de nada nos sirve conocer de arriba abajo la mecánica de Twitter y sus 100 aplicaciones más importantes si somo incapaces de generar tuits relevantes o interactuar con criterio. En otras palabras: es imposible ser ‘experto’ en una red o medio social hecha precisamente para relacionarnos y comunicarnos con los demás si no se es de entrada un experto en comunicación. Y aquí es donde muchos que alegremente se habían montado en el carro se caen de él y resultan arrastrados por los caballos. ¿Cuántos de nuestros autoproclamados ‘expertos’ lo son si tenemos en cuenta esta definición más amplia pero sin duda más ajustada y veraz de la realidad?
No cabe duda de que muchos nos dedicamos profesionalmente a las redes y medios sociales, y estas forman parte diaria e intensiva de nuestro trabajo y de nuestras vidas. Existe aquí una línea divisoria bastante clara frente a los que la usan únicamente de modo personal. Aunque nosotros disfrutemos igualmente de ellas, es nuestro uso intensivo y estratégico – aparte de que nos ganemos la vida así – el que nos permite utilizar sin ningún tipo de miramientos y con la mejor de las conciencias el término ‘profesional de las redes sociales‘. Como en botica, los habrá mejores y peores: pero los profesionales de las redes y medios sociales existimos como un grupo diferenciado que después se va especializando en aspectos concretos y específicos como el marketing, la comunicación, la docencia, la gestión y el community management, etc.
Queridos amigos y amigas: soy un estudioso y profesional de las redes y medios sociales muy feliz y orgulloso de serlo. Lo que no soy ni creo llegaré a ser jamás a pesar de mis tres carreras universitarias es un experto en algo que evoluciona tan rápidamente y que sobrepasa los límites del ser humano más y mejor informado aunque de entrada fuera un necesario experto en comunicación por añadidura. Por eso, desde el más profundo respeto a los que eligen el camino alternativo (y que espero logren justificar ante su audiencia), me proclamo profesional – que no experto – de las redes y medios sociales y os animo, si realmente lo sois, a que hagáis lo mismo.
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Los que me conocéis bien sabéis que a base de humor y entusiasmo (¡espero!) me he ganado el apelativo de ‘ponente anti-aburrimiento’. Esto me lo tomo como un gran halago, ya que nada me hace más feliz que el que la gente disfrute cuando me escucha. Lo cierto es que en muchas ocasiones, tras los cursos, charlas, ponencias y conferencias muchas personas se acercan para intercambiar impresiones sobre las mismas. Esta es una oportunidad a la que siempre doy la bienvenida, ya que me permite no sólo hacer networking sino comprobar de primera mano las necesidades de mi audiencia y hasta qué punto he respondido a sus expectativas.
Como os podéis imaginar, aparte de las felicitaciones, críticas, valoraciones, etc. muchos de los que intercambian unas palabras conmigo siempre traen alguna pregunta en la recámara. Ya que en los diferentes cursos y conferencias tratamos temas tan variopintos como la marca personal y el empleo, la reputación online, cómo ser un buen community manager y un largo etcétera, hay una pregunta que destaca por encima de las otras y suena algo así como:
¿cuál es el ingrediente fundamental de una presencia online exitosa?
Y realmente no es una pregunta tan fácil de responder. Ya hablemos de una PYME, de un VIP o de cualquiera de nosotros, son tantos los factores que confluyen en el éxito 2.0 que el identificar a uno por encima de todos ellos parece en ocasiones tarea harto difícil.
Difícil sí, pero no imposible. Porque por encima de todo existe un coeficiente que es el que determina quien se lleva el gato al agua tanto en el 2.0 como fuera de él en condiciones más o menos parejas: es lo que los anglosajones llaman el ‘likeability factor‘ que yo he traducido al castellano como ‘el factor de gustabilidad‘. Basados en lo ‘gustables’ que resulten nuestra foto, nuestros perfiles de Twitter, LinkedIn o Facebook, nuestra página web, nuestros contenidos etc. lograremos un mayor o menor coeficiente que hará que a iguales condiciones superemos a nuestros competidores directos.
¿A quién hemos de resultar especialmente ‘gustables’? Obviamente a nuestro nicho de audiencia, o aquellas personas que más nos pueden ayudar a conseguir nuestros objetivos. El coeficiente de gustabilidad es tan poderoso que opera auténticos milagros y hace que personas por ejemplo con webs gratuitas y sin apenas financiación para vídeos profesionales etc. logren alcanzar sus objetivos. ¿Y qué diremos de nuestra personalidad? ¿No es acaso cierto que aquellos de nosotros más gustables somos los que antes conseguimos el ansiado ascenso o la entrevista de trabajo que tanto tiempo llevamos esperando?
La pregunta que dirigiría a todos y cada uno de vosotros es: ¿cuál es tu coeficiente de gustabilidad y cómo se compara con el de tus competidores más directos? Y, dando un paso más allá: ¿qué puedes hacer ya mismo para mejorar el fundamental coeficiente? Déjame que desde ya te ofrezca una respuesta: ser más positivo/a. Porque sólo desde un espíritu positivo encontraremos el combustible para ponernos manos a la obra y configurar esa presencia online que hará que se fijen primero en nosotros. Así que…. ¡sé positivo/a y sé gustable! O si prefieres: Be positive! Be likeable!
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Los estudiosos de las crisis de reputación contamos – gracias a la saga provocada por el opaco fichaje de Neymar y la posterior querella por parte de un socio del Barça, que se ha terminado saldando con la dimisión del ya ex-presidente Sandro Rosell – con un nuevo caso de estudio que pone de relieve algunos de los principios más básicos de la comunicación institucional. La tozuda insistencia en que el fichaje del astro brasileño se reducía a €57.1 millones cuando el presidente Florentino Pérez había reconocido que el Madrid había ofrecido una cantidad sustancialmente mayor ya había hecho saltar todas las alarmas. Y hacía varios meses que el subdirector del diario El Mundo Eduardo Inda había apuntado a una cifra de más de €120 millones. Sinceramente, ningún conocedor del fútbol se tragaba el bulo oficial de 57. ¿Por qué entonces, con estas abrumadoras evidencias, se ha llegado hasta este estado de cosas?
No cabe duda de que el intento de maquillar en contrato de Neymar ha respondido a múltiples motivos: sus clausulas de confidencialidad, el deseo de meter un gol al eterno rival haciendo creer que el exótico crack habría preferido jugar en el Barça por unas cifras sensiblemente inferiores o el de hacer bandera del fichaje por motivos propagandísticos para una directiva que había sufrido serios reveses en su gestión. Sea como fuere, la querella de un socio culé ha propiciado que los propios documentos suministrados al juez por el FCB y a los que aparentemente tuvo acceso El Mundo pusieran las cosas en su sitio. A pesar de la bravuconada de Rosell pidiendo que la querella fuera admitida a trámite y que él fuera llamado a declarar (¿como imputado?), el daño ya estaba hecho.
Ya que ambas afirmaciones se han realizado en el microclima sociopolítico de la Cataluña actual, existe un notable paralelismo entre los 57.1 millones de Neymar y la insistencia por una parte importante del nacionalismo catalán en que una eventual secesión de Cataluña no supondría la salida del nuevo país de la Unión Europea. Y es que como bien apuntara el presidente Lincoln, “se puede engañar a todo el mundo durante un tiempo y a algunos todo el tiempo; lo que no se puede es engañar a todos todo el tiempo”. Lo que se mantuvo durante un sorprendentemente largo período desde la Generalitat y los medios de comunicación filo-nacionalistas tuvo que sufrir desmentido tras desmentido por parte incluso de varios comisarios europeos para que finalmente el president Mas se tuviera que retractar y admitir a regañadientes la tozuda realidad. La psicología social estudia casos como éstos en los que la opinión púbica y los medios se adocenan y prefieren mirar para otro lado… hasta que la realidad resulta abrumadora y obliga a corregir afirmaciones sin base cuando no mentiras intencionadas.
Según el experto norteamericano Eric Dezenhall, la gestión de las crisis de comunicación se resume en dos grandes principios: si te has equivocado, pide perdón; si te atacan injustamente, defiéndete con vigor. El Sr. Rosell no ha hecho ni una cosa ni la otra, y ha perdido una oportunidad de oro de haber mitigado parte del daño institucional causado a su club en un discurso de despedida en el que ni se ha disculpado ni tampoco ha pasado a la ofensiva (dejando caer, eso sí, algún ataque velado a los ‘enemigos del club’ que no ha querido identificar). En nuestra cultura (a diferencia de la anglosajona), el pedir perdón en contextos corporativos nos cuesta Dios y ayuda, y se intenta evitar como la peste y a costa de lo que sea. En esta ocasión, el ‘lo que sea’ es un importante daño institucional al club y, por qué no decirlo, al fútbol en general (qué papelón el de la LFP, que no sabe ni contesta en toda esta historia). Pero no hagamos leña del árbol caído: de eso ya se encargará la historia. Mientras tanto, el resto de nuestros clubes de fútbol ya saben cómo no hacer las cosas.
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Hace aproximadamente dos años ya apunté en el Personal Branding Blog del gurú de la marca personal en el que tuve la suerte de escribir que el storytelling, narrativa o arte de contar una historia se había establecido como un elemento fundamental de nuestro personal branding (lo mismo, por cierto, le ocurre a toda marca comercial sea cual sea su tamaño) en la era digital. Echando la vista atrás, creo que me quedé corto. A día de hoy podemos afirmar que el storytelling es también uno de los fundamentos de la reputación online, con la salvedad de que es una nueva especie de storytelling que denominaré ‘auto-storytelling‘ la que merece esa distinción.
Por ‘auto-storytelling’ entiendo el que nosotros mismos sentemos las bases de nuestra propia marca tomando las riendas de nuestro storytelling particular y creando una historia coherente y que enganche a nuestra audiencia. En la Web 2.0 todos estamos por lo tanto llamados a convertirnos en contadores de historias y a ponerlos el storytelling por montera. ¿Por qué, se preguntaran muchos? Porque de lo contrario nuestra reputación online estará coja y estaremos mucho más expuestos a malentendidos sobre quienes somos y qué representamos y a las posibles crisis que pueda provocar ese misunderstanding.
Storytelling en acción. Imagen: Flickr
La reputación ha sido definida como el conjunto de percepciones que se tienen con respecto a una persona, organización o marca provocadas tanto por una experiencia directa (cuando hablamos con o escuchamos a alguien, compramos un producto o servicio, etc.) como indirecta (cuando tenemos acceso en Internet a información sobre una persona o marca) y que se manifiesta en una serie de canales tanto online como offline. La reputación online, como ya he tratado en este blog en el debate que mantuve al respecto con Iván Pino, posee sus propias reglas de juego y es hermana aunque no gemela de la reputación offline. Pues bien: en la inmensa mayoría de los casos – y muy especialmente para PYMEs y marcas personales – el storytelling que hayamos creado en torno a nosotros o auto-storytelling se erigirá en el primer elemento configurativo de nuestra reputación online y moldeará las primeras percepciones que se tienen en torno a nosotros.
¿Qué elementos de nuestro auto-storytelling son especialmente importantes para nuestra reputación online? Me referiré inicialmente a dos: nuestra fotografía o avatar y nuestro ‘mensaje de marca’ o copywriting particular tal y como podemos ver en nuestro perfil o fondo de Twitter, LinkedIn y otras redes y medios sociales. Especialmente cuando somos unos perfectos desconocidos y los demás no poseen una experiencia directa de nosotros, estos dos elementos cuentan con una importancia que no debemos nunca infravalorar para establecer la percepción de nuestra marca. Os dejo dos ejemplos prácticos de Twitter: el del especialista en coaching ejecutivo con su mensaje de marca ‘Transformando las organizaciones en positivo’ y el de con su imagen de fondo del palmeral de Elche. (Podéis ver más ejemplo en nuestro libro ‘De Twitter al Cielo‘).
Al final, la gran pregunta a la que todos hemos de responder es: ¿qué percepción se llevaría de mi o de mi marca un perfecto desconocido basándose sólo en el aspecto y el contenido de mis redes y medios sociales? Es la respuesta a esta crucial pregunta la que determinará si estamos teniendo éxito con nuestro auto-storytelling o si por el contrario es necesario modificarlo y adecuarlo a lo que somos y lo que queremos proyectar. Nos toca a todos y cada uno de nosotros el practicar un auto-storytelling que consituya el punto de partida de nuestra aventura digital y que ayude a que seamos percibidos de la mejor forma posible por parte de aquellos que nos pueden ayudar a conseguir nuestros objetivos. Y es que como defendemos en Soyunamarca, ‘detrás de toda marca hay una historia que compartir’.
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Ayer, de camino a visitar a mis amigos de Tecnun- Escuela de Ingenieros en Donostia-San Sebastián, me encontré pegado en una parada de autobús cercana el cartel que podéis todos ver abajo en la imagen. Lo he reproducido aquí (excepto el número de teléfono de su autor, que he borrado para proteger su identidad) porque resume en mi opinión el tipo de publicidad engañosa que tanto daño hace a los profesionales de Internet y de las Redes Sociales (y en este caso concreto, muy especialmente a los diseñadores web).
Imagen tomada en San Sebastián el 15/01/2014
El cartel podría ser resumido como un cúmulo de despropósitos tanto por las (falsas) promesas que realiza, como por las (falsas) expectativas que crea y que luego condicionan a nuestros clientes cuando solicitan presupuestos para una tienda online o página web en condiciones y que como cualquier profesional de verdad confirmará (que se lo digan a mis amigos o de Soyunamarca) se tarda bastante más de dos horas en crear.
Vaya por delante que creo profundamente en la libertad de mercado y la libre competencia y en que cada uno cobre o deje de cobrar lo que le parezca oportuno. Me parece positivo que existan opciones ‘low-cost’ que pueden ser más que suficientes para ciertas pymes, pero de ahí a pretender que vamos a crear una ‘tienda online con innumerables productos’ va un largo trecho. ¿Y qué diremos del precio final de €195? Alguien de verdad cree que por este precio vamos a tener no sólo una página web sino que además aprenderemos a ‘prestar el servicio de diseño de páginas web’?
Un amigo me ha confirmado que el cartelito de marras ha empapelado paradas de autobuses y paredes de muchas zonas y barrios de la ciudad cantábrica, con lo cual el daño ya está hecho. Espero y deseo que con la progresiva digitalización de la sociedad podamos ir desenmascarando prácticas como esta que no ayudan nada a dignificar lo que hacemos y sí a trivializar y desprestigiar el trabajo de los profesionales de Internet y de las Redes y Medios Sociales entre los que me incluyo. Nos jugamos mucho en ello.
(Os agradeceré mucho que si habéis observado carteles o publicidades similares en vuestras ciudades lo conteis en la sección de comentarios. Gracias a todos/as)
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