Identidad Digital: ¿la auténtica liberación?


¿Qué es lo que define nuestro permanente sentido de identidad como seres humanos? Filósofos, teólogos, psicólogos y científicos siguen debatiendo a día de hoy en donde reside aquello que nos hace sentirnos ‘nosotros mismos’ a pesar de los múltiples cambios a los que estamos sometidos a lo largo de nuestra existencia; cambios que huelga decir van mucho más allá del mero envejecimiento biológico y que tienen que ver con la evolución de nuestras ideas, preferencias y carácter en respuesta a las infinitas vicisitudes a las que nos va sometiendo la aventura de nuestras vidas (¿hasta qué punto, por ejemplo, soy el mismo que cuando tenía seis añitos?).

Descartada por implausible y por no contar con ninguna evidencia demostrable a su favor la noción del ‘alma’ (tomada en serio ya únicamente por aquellos guiados por la fe religiosa) e incluso la dualidad mente-cuerpo que nos trajera Descartes, las teorías actuales con respecto a la permanencia de nuestra identidad señalan que, contrariamente a lo que se creyó durante una gran parte del siglo XX, ni siquiera hay una zona específica del cerebro responsable de la misma. Si la mente y la consciencia no son sino la actividad de nuestro cerebro y sistema nerviosos, nuestra identidad parece responder a lo que el experto británico Julian Baggini denomina en su libro ‘The Ego Trick‘ un agregado (bundle) de sensaciones y memorias que se producen simultáneamente en diferentes zonas del cerebro y que hace que incluso a aquellas personas que sufren cambios brutales en sus vidas (como es el caso de los transexuales) no pierdan en ningún caso la noción de su ‘self‘ o sí mismos’.

Imagen: Flickr

Decía el gran filosófo francés Paul Ricoeur ‘yo soy incomensurablemente mas de lo que yo sé de mí’ y esto se aplica hoy más que nunca a nuestras vidas al desarrollarse éstas (al menos en el caso de todos aquellos alfabetizados digitalmente) en dos universos paralelos: el físico o material y el digital o virtual (o si lo prefieren, el offline y el online). Los menos avezados dan por sentado que nuestra identidad digital no es sino un mero reflejo de nuestra identidad física llevada a otro medio. Al hacerlo, caen en el error de pensar que el medio tecnológico no ha influido en la concepción y el desarrollo de la actividad. De hecho, el proceso de construcción de nuestra marca personal y de paso de nuestra identidad digital abre las puertas a posibilidades y deja por el camino limitaciones que suponen en el mejor de los casos una potencial liberación existencial con respecto a la tiranía del espacio-tiempo, de nuestro pasado y de los entresijos de nuestras biografías. Nuestra identidad digital nos permite reinventarnos a nosotros mismos cuando es llevada a sus últimas consecuencias y nos convierte en actores de nuestras propias vidas en un medio en el que casi todo es posible.

Hasta que los escenarios contemplados por la ciencia ficción se hagan realidad y los implantes de materiales nanotecnológicos y otros se materialicen (existen ya en nuestros días personas cuyos corazones funcionan gracias a válvulas insertadas de plástico y similares), los seres humanos seguimos de momento siendo entidades biológicas con todas las ya aludidas limitaciones que ello conlleva. Es tan sólo ese maravilloso don de nuestra consciencia el que nos permite escapar de nuestro día a día e imaginar nuestra vida en nuevos escenarios y circunstancias. Según la llamada ‘ley de atracción’ propugnada por el padre del pensamiento positivo Norman Vincent Peale en los años 50 y defendida en nuestros días por Rhonda Byrne en su bestseller ‘‘ y de forma más científica por el neurólogo Joe Dispenza y otros, es precisamente nuestra consciencia la que nos permitirá (cuando es usada de forma óptima y guiada por la absoluta convicción) atraer las circunstancias que reflejen nuestro estado anímico-energético interior y hacer que estas se manifiesten en nuestras vidas.

Demos más o menos crédito a esta teoría, lo cierto es que de la misma forma que nuestras interactuaciones físicas dejan huella, nuestra identidad digital desprende su propia ‘aura’ según su configuración refleje energía positiva, profesionalidad, honestidad, creatividad y una serie de valores y hasta ‘sensaciones’ que queramos llevar por bandera. Como bien dicen los ingleses ‘like attracts like‘  (lo que irónicamente traducimos por ‘Dios los cría y ellos se juntan‘), y ello hará que de forma natural nuestra identidad digital atraiga a todos aquellos que compartan nuestro optimismo, afán de superación, estilo e idiosincrasia propios (o que al menos persigan estas virtudes). Es por ello que es una tan mala idea que nuestro mensaje de presentación se centre de entrada en nuestras carencias (‘en búsqueda activa de trabajo’ es un ejemplo tristemente común) en vez de en aquello que queremos aportar, que nos motiva, entusiasma y anima a dar lo mejor de nosotros mismos.

Si no existen límites a nuestra imaginación, tampoco los hay a lo que podemos potencialmente conseguir construyendo una marca personal que actúe simultáneamente como faro y acicate de aquello que queremos lograr para nuestra autorrealización como seres humanos. Es este aspecto emancipatorio y profundamente liberador de nuestra identidad digital el que es a menudo infravalorado por aquellos que no son capaces de ver más allá de sus condicionamientos y circunstancias más inmediatas. En el online, estamos todos invitados a ser nosotros mismos en el sentido más pleno y a desarrollar todas nuestras potencialidades al mismo tiempo que emitimos (metafóricamente hablando) una ‘firma digital’ energética y emocional que atraiga las oportunidades, personas y situaciones con las que podamos crecer y mejorar en el camino hacia nuestras metas. Nos corresponde a todos y cada uno de nosotros el responder a esta llamada.

Sobre el Autor

Especialista en comunicación y marketing online y marca personal. Profesor de los Másters en Social Media y Community Manager de la Universidad Complutense y de la UNED y de la Escuela Universitaria del Real Madrid. Consultor en 'Soyunamarca'. Autor de 'De Twitter al cielo'. Aprendo, opino y comparto.