Errores que matan
- 8th Monday 2012
- Personal Branding,Reputacion Online
- 0
El trabajo que desempeño en gestión de crisis de reputación (que podríamos rebautizar como gestión de errores propios y ajenos) me ha hecho tener que contemplar a vista de pájaro (y en ocasiones descender desde esa privilegiada atalaya y enfangarme en) el Inferno de Dante y todo el cúmulo de miserias y debilidades humanas allí contenidas y hábilmente descritas por el genio florentino en su Divina Comedia: traiciones, engaños, avaricias, plagios, soberbia, ambición desbocada, malversaciones, infidelidades, escándalos, corrupción política, económica e intelectual y un larguísimo y tristísimo etcétera con el que nos salpican un día sí y otro también las portadas de los periódicos y los social media.
Todos cometemos errores, no cabe duda: pero no todos son de la misma naturaleza, conllevan las mismas consecuencias o causan tanto daño a nosotros, a los demás o a la sociedad en general. Y por si ello fuera poco, podríamos añadir que existen errores – los errores de toda una vida – para los que no existe una fácil (y en los peores casos ‘ninguna’) solución.
El primer (sí) error que podríamos cometer es el de creer que podemos separar fácil y cómodamente los errores estrictamente personales de los profesionales. De hecho, los primeros pueden poner en solfa nuestras carreras y no cabe duda de que los segundos pueden hace mella en nuestras vidas privadas hasta el punto de echar a perder nuestras relaciones más queridas así como nuestra salud física y mental. El filósofo Spinoza declaró visionariamente en el siglo XVII que si se nos fuera dado el poseer un conocimiento perfecto de todas las causas y efectos en el Universo, comprenderíamos que absolutamente todo está interconectado y que el libre albedrío no es más que una falacia. Sin embargo, nosotros vivimos nuestras vidas como si éstas fueran de libre elección (¿podríamos vivir acaso de cualquier otra manera)? y fuéramos plenamente conscientes y (en ocasiones plenamente responsable) de nuestros errores.
Imagen: Flickr
Desde luego no cabe duda de que los errores son mucho mejor evitados a tiempo antes que lamentados cuando ya es demasiado tarde. A no ser, claro está, que el miedo a cometerlos ejerza un efecto paralizante sobre nuestra creatividad o espíritu emprendedor. Errores puntuales en áreas cruciales de nuestras vidas como la relaciones o nuestro desarrollo profesional deben ser percibidos como mojones que apuntan a la excelencia, y como se ha repetido hasta la saciedad (aunque nuestras empresas sigan haciendo tantas veces oídos sordos) ningún individuo ni organización que no respete el valor de los errores como oportunidades de aprendizaje sobresaldrá jamás. Con el beneficio de la experiencia, podremos re-evaluar ciertos de nuestros errores como algunas de las mejores cosas que nos podrían haber ocurrido dadas las circunstancias: y eso es especialmente así si de esa manera conseguimos escapar de callejones sin salida o evitar males mayores. Algunos errores se convierten así en impagables vacunas que nos inoculan contra los virus del cuerpo y del alma antes de que estos últimos ejerzan su mortal influencia.
¿Hay errores quizás que ni siquiera los mejores especialistas puedan reparar? Y, en un sentido más profundo,¿hay errores que no se puedan ni deban perdonar? ¿Y según qué baremo? El baremo, por supuesto, nunca será otro que el nuestro. Porque el único y trágico error del que no hay vuelta atrás es el de vender nuestra alma y no ser fieles a nuestros valores. Como Goethe relató y Gounod amenizó magistralmente con su música, cuando nos convertimos en Faustos y perdemos lo que de bueno llevamos dentro para obtener o intentar obtener cualquiera que sea el bien u objetivo, la tragedia siempre acecha a la vuelta de la esquina y apunta hacia el fin de nuestra libertad. Cuando cometemos ese error, el único que de verdad mata, perdemos nuestra humanidad y toda ganancia ha de ser contada como pérdida.
Los antiguos chinos comprendieron a ciencia cierta que el Camino y la Virtud – Tao y Teh – siempre van de la mano. Pierde uno y pierdes el otro: cultiva uno y el otro se presentará para que lo sigas hacia la consumación de tu destino. Al final, y como nos recordara el último de los grandes maestros Taoístas Loy Ching Yuen: “Para ser un maestro del Tao, hay que haber pasado por todos los ciclos infernales de la vida; sólo así finalmente alcanzamos las cimas más altas.” Cuando mires al horizonte, el fijar la vista en cualquier otro punto por debajo es el único error que, en el sentido más radical y profundo, ni tú ni el resto de nosotros nos podemos permitir.
About the Author
Especialista en comunicación y marketing online y marca personal. Profesor de los Másters NTIC en Social Media y Community Management de la Universidad Complutense y de la UNED. Consultor en 'Soyunamarca'. Autor de 'De Twitter al cielo: cómo conseguir tus objetivos en Twitter'. Aprendo, opino y comparto.